Según
el Diccionario de la
Lengua Española , ira significa: “La pasión que mueve a
indignación y enojo, deseo, venganza”. Desde el punto de vista emocional, es
una “agitación y trastorno de la mente que nos lleva a un estado mental
vehemente y excitado”. Dentro de la familia de la ira se encuentra la cólera,
la violencia, la furia, el resentimiento, la irritabilidad, la hostilidad, el
fastidio, el ultraje, etc.
Recientes
estudios médicos demuestran que esta emoción es la que más daño causa a una
persona. La razón es que actúa negativamente sobre un órgano interno
fundamental para la vida humana como es el corazón. Incluso, se ha demostrado
científicamente que si una persona sufre del corazón y tiene la tendencia a
estar furioso, si persevera en ello, duplica el riesgo de una muerte por paro
cardiaco.
En
nuestra vida diaria, muchas veces se nos presentan circunstancias que nos causan
ira. Y estas circunstancias, injustas hacia nuestras personas, nos llevan a
estallar en una emoción incontrolable.
El
doctor Zillman, quien ha realizado varios estudios sobre la ira, sostiene que esta
es una emoción creciente que subsigue a una sucesión de provocaciones; cada una
de ellas dispara una reacción excitante que se va disipando poco a poco.
Asimismo,
siempre según el doctor Zillman, cada pensamiento de ira o cólera que tengamos
dispara más la ira y esta se va desarrollando en nuestra mente como una
reacción en cadena que la va incrementando como una bola de nieve. En ese
sentido, nos aconseja, como una fórmula para parar la ira, el atacar los
pensamientos que la disparan, de tal manera que, mediante pensamientos
positivos, puedas llegar a frenarla.
Hay
que tener siempre presente que un mal manejo de la ira nos puede meter en
grandes problemas (un accidente automovilístico, la ruptura de relaciones con
un amigo e inclusive puede llegar a producir un infarto). Por tal razón, es
necesario tomar conciencia de que hay que tener respeto a la ira, para así
poder buscar diversas maneras de neutralizarla. La conveniencia de tener
conciencia de la participación de la ira en nuestras vidas, cuando esta
comienza a producirse, nos permite tener la habilidad para regularla desde sus
inicios en nuestras mentes.
El
doctor Maier, a su turno, señala que debemos ser personas concientes de
nuestros humores, desde el momento en que los tenemos; asimismo de que somos
capaces de superar el mal humor de manera inmediata. Si llegamos a manejar la ira, ello nos permitirá
ser personas equilibradas, independientes, poseer una buena salud psicológica,
auto controlarnos, conocer nuestros límites. Todo ello nos hará ser totalmente
distintos a aquellas personas en las cuales impera el mal humor. Ya que no
pueden controlar su vida emocional, son inestables y volubles.
Pero
existe un rasgo constitutivo de la ira del que pocos son concientes. La ira,
según Wayne Dyer, “es una emoción inmovilizante
en general y proviene del deseo de que el mundo y la gente sean diferentes”. Asimismo,
señala que la ira es una elección y un hábito; una reacción aprendida ante la
frustración, a resultas de la cual te comportas como preferirías no hacerlo. Es
así como, cada vez que tenemos una ira profunda, perdemos el control de
nuestras emociones y caemos en una locura temporal.
Como
la ira es resultado de nuestros pensamientos, tenemos que evitar pensamientos
que la impulsen. Hay que aprender a pensar de una manera diferente. Así por
ejemplo, si en mi vida no salen bien las cosas como yo las había planificado,
no consigo empleo y estoy buscando y no lo hallo, debo empezar a cultivar en mi
mente pensamientos nuevos y positivos para evitar tener un estallido de ira y
lamentarlo.
Una
de las opciones saludables y positivas para enfrentar la ira es a través del
poder sanador de la fe. Así, por ejemplo, si me considero víctima de alguna
injusticia o vulgarmente hablando me “han jugado sucio” y ello me llena de
odio, venganza y de resentimiento, en la palabra de Dios encontramos
confortamiento: “No os venguéis vosotros mismos amados míos, sino dejad lugar a
la ira de Dios, porque escrito está, mía es la venganza, yo pagaré dice el
Señor”. (Rom 12, 19). Igualmente en Romanos 12, 21, nos señala: “Y no seas vencido
de lo malo, sino vence con el bien el mal”.
Es
evidente que la palabra de Dios es consoladora, pero para que ella obre se
requiere tener fe.
En
el Antiguo Testamento, el profeta Jeremías dice: “Yo Jehová que escudriño la
mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el
fruto de sus obras”. (Jer. 17, 10). De allí podremos comprobar que los
sentimientos de odio y venganza no son los correctos para el ser humano y menos
para un ser cristiano.
Wayne
Dyer, ya antes citado, nos aconseja algunas técnicas para no caer en la ira. La
clave es pensar de forma diferente para no crear la furia dentro de nosotros.
De
todo lo antes mencionado, podemos observar que en nuestra mente existen dos
lobos: uno lleno de ira, odio, deseo de venganza; y otro lleno de amor, bondad,
comprensión. Ganará el que más lo hayamos hecho crecer en nuestro interior,
por intermedio de pensamientos positivos
o negativos.